La felicidad está más en dar que en recibir

La felicidad está más en dar que en recibir December 4, 2011

Durante las últimas semanas mis homilías han tratado siempre del mismo tema: la necesidad de estar preparados para la venida del Señor.


Aunque las lecturas de hoy una vez más nos llaman a estar bien preparados para la venida del Señor, hoy ya no voy a hablar de esta necesidad. Pero si voy a hablar de otra necesidad que compartirnos como seres humanos: la necesidad de dar de nosotros mismos. De dar y compartir quienes somos y lo que tenemos.


Imagínense la persona más egoísta que puedan imaginarse. Alguien que todo lo mide por beneficio propio, la persona que siempre se pregunta ¿qué puedo sacar yo de esto? Una persona que no le importa la vida de los demás. Una persona que no comparte ni un poquito de su Coca Cola porque cuesta mucho. Una persona que ni te escucha porque tiene demasiadas cosas importantes que hacer o de que hablar. Una persona que solo quiere recibir pero nunca quiere dar.


¿Creen que ser de esta manera trae felicidad? No. La verdad es, que cuanto más una persona se encierra en sí misma, menos paz y menos felicidad encuentra. Nada ni nadie puede hacer a estas personas felices, ni siquiera Dios, porque crean un Dios de sí mismas.
Cuanto más uno se enfoca en sí mismo, más miserable se convierte uno. Para encontrar la felicidad el ser humano tiene la necesidad de dar de sí mismo. Encontramos la felicidad en medida que compartimos quienes somos y aquello que tenemos.


Esto mismo enseñó Jesús, quien dijo, “la felicidad está más en dar que en recibir… Den, y se les dará… porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.” Es en el dar de nosotros que encontramos la felicidad. Es en dar y compartir con otros, así como Dios mismo nos da de sí mismo, es que encontramos la felicidad.


En la Iglesia hablamos de la necesidad de compartir nuestro tiempo, talento y tesoro con otros. 


Nuestro tiempo. El tiempo es la cosa más preciosa que tenemos y ¡cuántas veces lo desperdiciamos! Que mejor cosa para darle a Dios y a nuestros hermanos y hermanas que nuestro tiempo. Padres de familia, compartan su tiempo con sus hijos, compartan su tiempo con sus esposas y esposos. Cuantas veces queremos ser egoístas con nuestro tiempo, queremos que nos dejen solos, no queremos escuchar al necesitado o al hijo o a la mama. Dar de nuestro tiempo a otra persona es dar algo precioso. ¿Cómo le damos nuestro tiempo a Dios? Viniendo a Misa, le damos a Dios una hora de nuestra semana. Dedicando un tiempo cada día para la oración, aunque sean solo diez minutos. Damos de nuestro tiempo cuando ofrecemos ayudar en algún ministerio parroquial, visitando a los enfermos, sirviendo como ujier dando la bienvenida a otros parroquianos. Damos de nuestro tiempo cuando ayudamos a un vecino o amigo que necesita ayuda.


Nuestro talento. Hace poco un parroquiano ofreció sembrar flores a las entradas de la iglesia. Cada semana miembros del coro comparten quienes son y lo que tienen practicando una hora antes de Misa y luego cantando durante Misa. Para el próximo domingo varios hombres y mujeres se han preparado para danzar a la Virgen. Muchos de ustedes prepararán tamales para compartir con la comunidad. Esto es compartir nuestros talentos con Dios y con el prójimo. De nada sirven nuestro talentos si no los compartimos. De nada sirve tener bonita voz si uno no canta. De nada sirve poder danzar bien si uno no danza. De nada sirve poder cocinar ricos platos si uno no cocina. Al dar de nuestro talento sirviendo a Dios compartimos quienes somos con otras personas, nos damos a conocer y encontramos satisfacción y gratificación en Dios mismo.


Nuestro tesoro. El dar dinero a la Iglesia no es algo que uno solo da porque hay una necesidad inmediata. Si, se necesita dinero para pagar la cuenta de luz y para financiar los programas parroquiales, pero compartimos nuestro tesoro, nuestro dinero, más que nada porque hay una necesidad dentro de nuestros corazones. Antes de abrir la cartera para sacar dinero, hay que abrir el corazón, considerando las bendiciones que uno ha recibido de Dios. 


Cuando ofrecemos nuestro tiempo, talento y tesoro a Dios, debemos ofrecerle lo mejor que podemos. Tomarse el tiempo para venir a Misa y para la oración debe ser nuestra primera prioridad y nunca decir, “si nos da el día vamos a Misa.” Cuando ofrecemos algún trabajo a Dios o le brindamos ayuda al prójimo, debemos usar nuestro talento para crear algo bueno y digno de Dios, no algo a medias. Cuando ofrecemos nuestro dinero a Dios, el fruto de nuestro trabajo, debemos ofrecerle de los primeros frutos, no de lo que sobra o de lo que no necesitamos. La Iglesia Católica no habla de porcentajes o diezmo, pero si debemos dar a la Iglesia conscientes de todo lo que hemos recibido.  Debemos dar en proporción a lo que recibimos.


Es en dar que recibimos. Hay que dar confiando que Dios está con nosotros y que es en dando que encontramos la alegría y felicidad. Den de sí mismos, den de su tiempo, den de su talento y den de su tesoro, y verán que no serán defraudados.


Browse Our Archives