Cuando las dificultades y cruces de la vida se hacen insoportables, muchos se alejan de Dios. Consciente o inconscientemente, culpan a Dios por su desgracia, o culpan su inacción al remediar la situación. Luego de la muerte de un ser querido, la pareja u otros parientes dejan de asistir a Misa. Luego de que una oración no es respondida por Dios, o una sanación esperada nunca llega, algunos rechazan la oración como palabras en vano. Cuando algunos no pueden casarse en la Iglesia, se apartan completamente de Dios.
La experiencia de tener el corazón quebrantado a causa de las dificultades y cruces de la vida está presente en todo corazón. En el Salmo 147, el cual será proclamado este 5º domingo de tiempo ordinario, Dios nos anima en estos momentos de dificultad. “Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas, tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.”
En vez de apartarnos de Dios al enfrentar las dificultades y cruces de la vida, debemos acercarnos a Dios aun más. Debemos obedecer al llamado de Jesús de tomar nuestra cruz y seguirlo. Cuando tenemos el corazón quebrantado, debemos confiar que solamente en El encontraremos la sanación y consuelo que anhelamos. Dios quiere sanar nuestros corazones quebrantados, no incrementar la herida.
El pobre Job sufrió de una manera inimaginable, pero aun perseveró en su fe. Mantuvo la fe, y todo obró para bien ya que él amaba al Señor. Dios nunca decepciona, todo ocurre en Su tiempo y dentro de Su voluntad.
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