Si te di, Jerusalén, yo me olvidara

Si te di, Jerusalén, yo me olvidara March 17, 2012

Una vez escuché a un sacerdote llamar al Salmo 137 el salmo del inmigrante.  “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar de nostalgia… pero ¿cómo podríamos cantar un himno al Señor en tierra extraña?  ¡Que la mano derecha se me seque, si de ti, Jerusalén, yo me olvidara!  ¡Que se me pegue al paladar la lengua, Jerusalén, si no te recordara!

El pueblo judío vivió una separación de su tierra por setenta años cuando el gran imperio babilonio los exilió de Jerusalén a Babilonia.  El pueblo judío se mantuvo unido, perseverando en su fe al mantener sus tradiciones e idioma.  El estar rodeados por babilonios impactó sus creencias y cultura, pero aun mantuvieron una identidad particular.  Gracias a Dios los judíos no olvidaron Jerusalén.  De lo contrario, el plan de salvación de Dios hubiese terminado al integrarse los judíos a la sociedad babilonia.  El hecho que el pueblo judío mantuvo su identidad es algo positivo.  Al guardar su identidad, han enriquecido la historia universal y permitido que continúe a través de ellos el plan de salvación de Dios.

La inmigración y el acercamiento de pueblos no es un fenómeno moderno, pero aun algunas personas responden a estas realidades como dilemas contemporáneos que necesitan ser solucionados.  La Biblia brinda un plan de acción de la antigüedad retándonos a acoger al extranjero, especialmente si son hermanos en Cristo.  En la experiencia judía de exilio, el Salmo 137 nos demuestra los desafíos y emociones presentes en los corazones de los inmigrantes.  La nostalgia y dolor que siente el salmista al sentarse a orillas del rio Éufrates en Babilonia hace 2,500 años son los mismos sentimientos de millones de inmigrantes y personas desplazadas en el mundo entero.  Como cristianos tenemos la responsabilidad de extender una mano al extranjero, si no Jesús nos dirá en el ultimo día, “era forastero y no me recibieron en su casa.”

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