Elogios de la Luz Pascual

Elogios de la Luz Pascual April 21, 2012

Recuerdo un verano caluroso en Augusta hace ocho años cuando de repente una tormenta pasó por la ciudad.  Se fue la electricidad.  Después de pasar la tormenta, ya que no podía encontrar una linterna o velas, caminé de la rectoría a la Capilla de Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento.  La luz de la capilla procedía solamente de dos pequeñas velas junto al altar.  Su luz reflejaba en la custodia hacia los creyentes unidos en oración.  Al arrodillarme, contento de haber encontrado luz en la oscuridad de la noche, pensé, “Cristo verdaderamente es la luz del mundo, aquí encontré luz porque El está aquí.”

En el Tiempo Pascual, la interacción entre la luz y la oscuridad brilla fuertemente en la liturgia, en particular dentro de la Vigilia Pascual.  Nos alegramos que Jesucristo ha descendido a las tinieblas del mundo para vencer el poder de la muerte y el pecado con su infinita luz de Resurrección.
Al ingresar el Cirio Pascual al templo oscuro en la Vigilia Pascual, este se convierte en un símbolo de Cristo entrando a un mundo oscurecido por el poder del pecado.  Aun así, el Cirio Pascual no mengua al distribuir su luz, de lo contrario, su luz se multiplica al encender los cirios de los creyentes.  De repente las tinieblas son vencidas por la luz; Cristo vence la oscuridad al extenderse su presencia en su pueblo.

En el Pregón Pascual, cantado al inicio de la Vigilia, cantamos las alabanzas de la única noche dichosa que “conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos.”  Proclamamos que “ésta es la noche de la que estaba escrito: Será la noche clara como el día, la noche iluminada por gozo.  Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos y alegría a los tristes.”

En la noche santa de la Pascua, la luz de Cristo Resucitado penetra toda tiniebla.  Gozamos junto con toda la tierra la cual ha sido “inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.”

La luz de Cristo brilla vigorosamente en la liturgia del Tiempo Pascual, pero la luz de Cristo debe brillar en nuestras vidas diarias también.  Un cirio fue encendido del Cirio Pascual el día de nuestros bautismos y esa luz debe brillar en nuestros corazones.  De la misma manera que yo busqué luz después de la tormenta que me dejo en la oscuridad, estamos todos llamados a buscar “ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, que al salir del sepulcro brilla sereno para el linaje humano.”

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