¿Como encontrar la paz de Dios?

¿Como encontrar la paz de Dios? September 24, 2012

[Homilía del Vigesimoquinto domingo de Tiempo Ordinario]

Una vez un señor que estaba muriendo de cáncer al pulmón y cirrosis del hígado me decía: Padre, ¿Por qué Dios me castiga de esta manera? ¿Por qué Dios me hace sufrir así y no escucha mis oraciones? ¿Se habrá olvidado  de mí?

Conociéndolo bien, le conteste yo, “Juanito, no le estés echando la culpa a Dios, bien sabes cuantos cientos de miles de cigarrillos te haz fumado durante tu vida y sabes bien cuantas borracheras te haz dado en tu vida.  Esto se llama lamentablemente vivir con las consecuencias de las acciones de tu vida.”

La verdad es que ¡como le echamos la culpa a Dios de tantas cosas y Dios nada tiene que ver!

Nuestro Dios es un Dios del bien, un Dios bondadoso y misericordioso que busca nuestra felicidad.  ¿Cómo entonces podemos decir que cosas malas vienen de El?

Nada malo puede venir de Dios porque en Dios no existe ni una gota del mal.  Ni un rasgo de un mal deseo, sufrimiento o mala intención.

Pero cuantas veces escuchamos en conversaciones, “Dios te mandó esa enfermedad como castigo.  Dios te envió esta dificultad porque sabes que eres bueno y podrás enfrentarla.  Dios te está castigando porque de joven te portaste tan mal con tus padres.  Dios sabe bien las cosas que te mereces.”

Estas maneras de hablar y de pensar están muy equivocadas.

El mal viene del enemigo, no de Dios.  El hacernos creer que algo malo viene de Dios es un gran triunfo para el demonio.

Hace unos meses un niño de cinco años que conozco tuvo una cirugía rutinaria y por negligencia médica el niño ha quedado discapacitado, ha tenido que aprender a comer por si solo, aun no camina y ha quedado con daño cerebral permanente.

¿Dios quiso esto?  Por supuesto que no.  ¿Es un castigo?  Por supuesto que no.  ¿Podemos culpar a Dios por esto? Pues no.  Cosas malas le ocurren a cualquier persona porque es parte de nuestra condición humana la cual es frágil, caída, fallada y llena de pecado.  La vida en si es difícil y dura, Dios nos lo confirma, miren como murió Jesucristo, clavado en la cruz.

En su carta, el apóstol Santiago nos enseña claramente donde no encontraremos a Dios y donde si encontraremos a Dios.

“Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas.”  En otras palabras, donde hay pecado, allí no está Dios.

Hay que preguntar: ¿Dónde esta presente el enemigo en tu vida?  ¿Qué envidias tienes? ¿Quizás piensas que otras personas tienen mas dinero que tu o tienen un mejor carro, mejor ropa, mejor esposa o esposo?  ¿Qué rivalidades hay en tu familia? ¿Entre tus compañeros de trabajo?

El dinero es rey de la envidia, rivalidad, desorden y obras malas.  El dinero en si no es malo, pero el amor por el dinero nos lleva a la tumba.  Personas hacen lo impensable.  Se matan, abandonan o descuidan sus familias, se apartan de Dios.

De lo contrario: “Los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros, pacíficos y cosechan frutos de justicia.”

Estas características son pruebas que Dios está presente.

¿Hay pureza en tu vida?  ¿Hay paz en tu hogar, en tu matrimonio, en tu familia?  ¿Eres sincero y pacifico en tus relaciones, en tu trabajo?

Las palabras de Santiago nos desafían a buscar el bien y hacer el bien.  Nos desafían a identificar la presencia de Satanás en nuestras vidas para poder eliminarlo y mejorar nuestras vidas.

Si nos dejamos llevar por la envidia, rivalidad, desorden y obras malas, Santiago nos dice como terminaremos: acabamos asesinando, combatiendo y haciendo la guerra.  Cuanto mas nos alejamos de Dios, menos paz encontraremos.  Cuanto más nos alejamos de Dios, mas dolor y desorden tendremos en nuestras vidas.

Si no hay paz en tu corazón, si no hay paz en tu casa, si no hay paz en tu trabajo, busca un cambio y empieza contigo mismo.  Haz TU un cambio.  Fácil es decir lo que tienen que hacer o cambiar otras personas, fácil es culpar a otro, pero debemos empezar por nosotros mismos: ¿Cómo puedo yo cambiar para que la sabiduría que viene de Dios esta presente en mi vida?

Jesús les dice a sus discípulos al tomar a un niño, “El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, a mi me recibe.”

Un niño es símbolo de inocencia, símbolo del bien, de amor incondicional que todo lo cree y todo lo puede.  Es así como debemos tratarnos los unos a los otros, sin envidias ni rivalidades, pero con compasión, cariño y misericordia.  Que Dios nos de la fuerza para cambiar y que nos de la gracia de su paz para asi encontrar paz y concordia en nosotros, nuestras familias, y nuestra comunidad.

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