San Pablo y el Don de la Fe

San Pablo y el Don de la Fe November 20, 2012
La conversión dramática de Saulo, hombre que se convirtió en uno de los más grandes apóstoles de la iglesia naciente, es un buen ejemplo del don de la fe.  Saulo era un judío ferviente y aprendido que perseguía a los primeros cristianos para matarlos, hasta que escuchó la voz de Jesús decirle, “Saulo, Saulo, ¿porque me persigues?”  Este encuentro no solicitado con Jesús condujo al bautismo de Saulo por Ananías y la recuperación de su vista, la cual había perdido después de su encuentro con Jesús.  Saulo se convirtió en un hombre lleno de fe en Jesucristo e inmediatamente empezó a predicar en las sinagogas de Damasco.

Es Jesús quien fue al encuentro de Saulo y le dio el don de la fe, pues Saulo no andaba buscando a Jesús.  Saulo no tenia el deseo de profundizar su fe en Cristo, más bien, Saulo ni siquiera quería ser su discípulo.  De lo contrario, Saulo estaba persiguiendo a los discípulos de Jesús para ejecutarlos.
La fe es un don que Dios elige otorgar a su pueblo.  Dios lo tiró a Saulo de su caballo y le dio la gracia para creer.  Dios lo eligió a Saulo (no de la manera contraria) y le transformó su vida.  Esta conversión es el ejemplo perfecto de las palabras de Jesús a sus apóstoles, “no son ustedes los que me eligieron a mi, sino yo el que los elegí a ustedes.”

Varias veces me he preguntado porque Dios no obra de esta manera más a menudo.  En segundos Dios transformó el corazón del enemigo mas temido de la Iglesia con el don de la fe.  ¿Por qué no hace Dios esto mas seguido?

Aunque es imposible responder esta pregunta ya que no conozco los designios infinitos e inescrutables de Dios, la conversión de San Pablo y el hecho que la fe es un don de Dios nos llenan de esperanza.  Nos hacen recordar que el pecador más endurecido y el no creyente siempre pueden llegar a tener fe ya que la fe es un regalo que Dios nos hace.  Ciertamente el regalo puede ser rechazado, pero es siempre un don recibido y nunca alcanzado por merito propio.

San Agustín en el cuarto siglo vivió una vida desordenada y profesó filosofías contrarias al evangelio de Cristo, pero aun así Dios se manifestó poderosamente en su vida y transformó su corazón con el don de la fe.  Su madre Mónica probablemente se sentía frustrada al no poder convencer a su hijo para que crea en Cristo, pero ella hizo lo apropiado, oro para que Agustín reciba el don de la fe, y él lo recibió.

Cuando nos enfrentamos a un mundo en medio de una crisis de fe, debemos permanecer llenos de esperanza y orar para que el Señor otorgue su don de la fe a esos corazones endurecidos, para que se conviertan en corazones encendidos con el amor de Cristo.  Durante este año de la fe, estamos llamados a orar que todos los corazones, incluyendo el nuestro, estén dispuestos y abiertos para recibir este gran regalo de Dios y ser transformados como el gran San Pablo.


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