Del desierto a la cima

Del desierto a la cima March 10, 2013
La Cuaresma inicia todos los años con la lectura de dos pasajes del evangelio en la misa: el primer domingo de Cuaresma la tentación de Jesús en el desierto y el segundo domingo la transfiguración.

El primer pasaje describe a Jesús en el desierto, hambriento y tentado.  Sentimos compasión por él y somos testigos de su humanidad.

El segundo pasaje describe a Jesús en la cima de una montaña, radiante y glorioso. Sentimos entusiasmo por él y somos testigos de su divinidad.

Los pasajes presentan un contraste. ¿Cómo puede el mismo Jesús que estaba hambriento y fue tentado en el desierto cerca de Jericó, ser más tarde el mismo Jesús glorificado y exaltado en el Monte Tabor?  A algunos les parece contradictorio, pero la fe nos revela que no se puede tener uno sin el otro.

La Cuaresma es tiempo para meditar el hecho de que no podemos vivir la transfiguración sin primero pasar tiempo en el desierto del sacrificio y la penitencia.  La Cuaresma es momento para vivir aquí y ahora la aridez del desierto para luego poder regocijarnos en la gloria de la transfiguración en la cima de la montaña – poder celebrar aquellos momentos cuando sentimos intensamente las bendiciones y alegrías que vienen de estar reconciliados con Dios y los demás.

El desierto lleva a la transfiguración, pero la transfiguración inmediatamente nos permite retornar al desierto llenos de esperanza y fortaleza.  La transfiguración preparó a los discípulos para los retos que enfrentarían cuando Jesús fue detenido y ejecutado. La transfiguración les permitió sobrevivir el desierto de la pasión y muerte de Jesús.

El Señor nos da momentos de transfiguración en la vida para darnos esperanza en el camino de la vida que a menudo es un desierto. La transfiguración nos permite entrar al desierto con confianza y sin miedo.  La vida es un constante movimiento entre el desierto y la transfiguración y a veces podemos sentirnos como si tuviéramos un pie en cada uno.

Durante la Cuaresma la liturgia nos enseña que “la pasión lleva a la gloria de la resurrección”.  En otras palabras, la experiencia en el desierto, la muerte de Cristo, siempre conlleva a la transfiguración, la resurrección.  Que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo de sacrificio y conversión que conduzca a la alegría y gloria de la transfiguración dentro de nuestros corazones.


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