La Iglesia y la Reforma Migratoria

La Iglesia y la Reforma Migratoria June 21, 2013
Al hablar de la reforma migratoria, el Arzobispo Gómez de Los Angeles dijo en la Convención Suprema de los Caballeros de Colón en Denver hace dos años, “Los Estados Unidos siempre ha sido una nación de justicia y de leyes. Pero como americanos también siempre hemos sido un pueblo de generosidad, misericordia y perdón. Desafortunadamente, la respuesta actual de nuestra nación a la inmigración ilegal no es digna de nuestro carácter nacional.” Con estas palabras Monseñor Gómez se une al resto de los obispos de los Estados Unidos que ya por años piden un cambio en las leyes de inmigración para que respeten la unidad familiar al proveer un proceso ordenado y razonable para que personas no autorizadas regularicen su estatus migratorio.

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En la actualidad es difícil hablar sobre la reforma migratoria ya que el tema se ha polarizado políticamente. Existen muchos malentendidos, incluso hay falta de entendimiento sobre la posición de la Iglesia católica hacia la reforma migratoria. La Iglesia pide una reforma migratoria no para avanzar una plataforma política, sino porque reconoce que toda persona humana tiene un valor infinito como hijo o hija de Dios. El mismo principio que impulsa a la iglesia a defender la vida de los no nacidos impulsa a la Iglesia a defender los derechos de los inmigrantes.

Monseñor Gómez también enfatizó en la Convención de los Caballeros de Colón que “la perspectiva de la iglesia en asuntos de inmigración está arraigada en la enseñanza de Jesucristo que cada ser humano es creado a imagen de Dios y tiene derechos y dignidad dadas por Dios.”

La Iglesia siempre ha sido la voz de los vulnerables y los más débiles de la sociedad. Jesús nos enseña que nuestro amor por Dios será juzgado de acuerdo al amor que demostramos al último de entre nosotros, incluyendo al inmigrante, extranjero o forastero. 

La dignidad humana no se nos da por algún gobierno, una visa o una greencard. Es Dios mismo quien nos da nuestra dignidad y valor. Documentados o indocumentados, la Iglesia tiene la responsabilidad de defender la dignidad de todos los inmigrantes. Este llamado se hace más urgente para la Iglesia al considerar que en la actualidad un número considerable de los indocumentados en los Estados Unidos son católicos.

La Iglesia no fomenta la inmigración indocumentada, ni tampoco quiere que la frontera con México permanezca abierta permitiendo que todos ingresen al país, pero la Iglesia si defiende el trato respetuoso de todos los inmigrantes, documentados e indocumentados, porque cada alma tiene un valor y dignidad infinita.

Una señora mexicana de avanzada edad me dijo una vez, “Padre, yo sé que no me quieren aquí, pero si regreso a México, me matan. No me quieren ni aquí ni allá. ¿Cuándo encontraré un lugar donde si me quieran?”

Que terrible sería que Jesús nos diga a cualquiera de nosotros, “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles… fui forastero y no me diste ninguna bienvenida.”

Mientras que la reforma migratoria se debate actualmente a través del país, espero presentar varios ángulos de esta cuestión muy compleja, con la cual los obispos de nuestro país se sienten muy apasionados.

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