Vigilando y Esperando

Vigilando y Esperando December 1, 2013

Si de niño me levantaba lo suficientemente temprano, veía al vigilante acercarse a la casa, dirigirse a la ventana de mis padres y dejarle saber a mi papá que se estaba marchando. Recuerdo al menos una vez escuchar su voz cuando el vigilante hablaba con mi papa por la ventana. Necesitábamos a un vigilante ya que la policía no ofrecía mucha seguridad en una ciudad donde la delincuencia y el terrorismo ganaban fuerza.

Muchas veces he pensado sobre este vigilante que pasaba toda la noche alerta de que nadie entre a nuestra propiedad. Estoy convencido de que vigilaba anticipando más que nada los primeros rayos de sol puesto que la aurora significaba su libertad para volver a casa. Debe haber esperado la luz ansiosamente. Después de una noche fría y oscura, la esperada luz matinal debe haberle traído gran alivio.

Este recuerdo del vigilante surge en mi mente cada vez que leo o escucho  el Salmo 130: “mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora.” El salmista nos invita a esperar al Señor con mayor vigilancia y alegría que la de un centinela o vigilante que espera la luz de la aurora en la mañana.  Es una espera intensa.

Tan seguro como la luz del día llega para el centinela, sabemos también con certeza que el Señor llegará. El tiempo de Adviento que está ahora iniciando nos da cuatro semanas para responder a la invitación del salmista a esperar al Señor así como espera el centinela la aurora. Es difícil esperar, per la espera nos hace cultivar virtud y fuerza.

El Adviento es un tiempo de espera y preparación para la conmemoración de la primera venida del Señor en la Navidad, y a la vez es un tiempo de espera y preparación para la segunda venida del Señor al final de los tiempos. El Adviento marca las dos venidas de Cristo, la primera que ya pasó y la segunda que ha sido prometida.

En cada Misa le pedimos a Dios que nos conceda la gracia de esperar libres de pecado y de toda perturbación mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.  Así como sería absurdo que el centinela le tema a la aurora, nosotros no debemos temer la llegada de Jesucristo. Nuestra fe nos prepara para su llegada.

Nos preparamos para su llegada siguiendo su ley de caridad, amando a Dios con todo nuestro corazón y amando al prójimo como a nosotros mismos.  Nos preparamos al dar testimonio del amor de Dios a través de nuestras palabras y obras.  Permanecemos vigilantes al buscar a Dios en todo momento con el mismo deseo del centinela de que amanezca.  Permanecemos vigilantes al mantener la esperanza en toda situación, incluso en aquellos momentos difíciles. Permanecemos vigilantes al mantener una expectativa por el futuro, confiando en que el Señor está con nosotros y que nos librará de toda angustia.

Esperamos como vigilantes conscientes de que el Señor ya ha venido y que regresará. Nos alegramos que el Señor quien esperamos nos da todo lo que necesitamos para encontrarlo. Hay que preparar el camino del Señor este Adviento, manteniéndonos vigilantes como el centinela.  No vaya a ser que nos perdamos los primeros rayos de luz de la aurora.

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