Recuerda que polvo eres

Recuerda que polvo eres March 5, 2014
Recuerdo bien el día que cumplí veintiún años ya que era miércoles de cenizas. El día que celebra el llegar a la madurez como adulto con toda la alegría y el triunfo de la juventud inició para mí con las palabras “recuerda que polvo eres y que al polvo volverás” mientras un sacerdote imponía cenizas en mi frente durante la Misa a las 6:30 de la mañana.  Recordé la lección de ese día hace unas semanas cuando me di cuenta que una vez más mi cumpleaños caería el miércoles de ceniza.

En el momento máximo de mi juventud al cumplir veintiún años, la iglesia me pidió arrepentirme y  buscar al Señor ya que un día moriría y regresaría al polvo. La iglesia me hizo recordar que el vigor triunfador de la juventud es ciertamente vencible. Me hizo recordar que todo es pasajero y que lo que realmente importa es tener el corazón preparado para encontrarse con el Señor. Mi papá había sido diagnosticado con un tumor cerebral un mes antes de mi cumpleaños y él volvería al polvo en menos de un año.  Viví (aunque no personalmente) las palabras del miércoles de ceniza durante mis veintiún años.

Aprendí que una vida bien vivida mantiene un equilibrio saludable entre sentimientos de triunfo vigoroso y de limitaciones.  Jesús nos llama a tener ánimo porque él ha vencido al mundo, mientras que San Pablo nos recuerda que todo lo podemos en Cristo quien nos fortalece. Estos pasajes bíblicos nos invitan a ser alegres, manteniendo una esperanza triunfadora para el futuro. Sin embargo, la Biblia nos recuerda de nuestras limitaciones al enseñarnos, “velen por lo tanto, porque no saben ni el día ni la hora” y “arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca.” Somos seres limitados no sólo porque un día moriremos, pero también porque nos limita nuestro pecado.

No podemos vivir con miedo a la muerte, pero tampoco podemos vivir nuestras vidas como si la muerte nunca llegara. No podemos vivir nuestras vidas deprimidos y tristes a causa de nuestros pecados, pero tampoco podemos vivir nuestras vidas como si no tuviéramos pecados. Para lograr un equilibrio, siempre debemos recordar que somos hijos de Dios, amados apasionadamente por un padre que anhela que pasemos la eternidad con él.

San Pablo escribe a los Filipenses, “porque para mí la vida es Cristo, y la muerte es ganancia.” Esta es la lección que aprendí al cumplir veintiún años en un miércoles de ceniza. La vida está llena de alegrías y triunfos porque en ella encontramos a Cristo, sin embargo, no debemos olvidar que la muerte llegará y que la muerte es ganancia porque sólo a través de ella llegamos a tener un encuentro con Cristo en toda su gloria. La iglesia nos invita a meditar sobre esto durante los próximos cuarenta días de Cuaresma para que nos arrepintamos, reparemos nuestros caminos, y para que nuestras muertes sean con seguridad una ganancia.


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