La invención de la bombilla de luz ha estropeado nuestra experiencia de la luz. Aunque la electricidad y la bombilla de luz nos permiten tener luz cuando queramos, lo cual es una gran cosa, estas nos han hecho perder la apreciación del poder penetrante de la luz.
La mayoría de los hombres modernos hemos olvidado la experiencia del sol que baja dejando todo en oscuridad completa, haciéndonos confiar en la luna y las estrellas para iluminar desde el cielo. Hoy en día, tan pronto como baja el sol, luces a nuestro alrededor se encienden. El día y la noche se han fusionado dejándonos indiferentes, ya que en la noche todo lo que tenemos que hacer es encender la luz y seguir adelante con nuestras vidas.
Recuerdo que hace diez años estaba en la parroquia Saint Mary on the Hill en Augusta y una tormenta eléctrica hizo que perdiéramos la electricidad. La rectoría estaba muy oscura, así que me fui caminando hacia la capilla de Santísimo. Al arrodillarme para rezar, alcé la mirada hacia la hermosa custodia con Jesús allí presente. Dos velas acompañaban la custodia y su fuego llenaba la capilla completa con luz que penetraba la oscuridad. La capilla de Santísimo era un faro de luz porque Jesús estaba allí presente. Me vino este pensamiento a mi mente, “Jesús verdaderamente es la luz del mundo. Así como estas llamas penetran la oscuridad, así Jesús penetra el mundo entero redimiéndolo con su luz. Él es la luz del mundo.”
La oscuridad que alguna vez reinaba sobre la humanidad ha sido derrotada por la presencia de nuestro Señor Jesucristo, nacido el día de la Navidad y revelado al mundo entero como el portador de la luz verdadera. Jesús Cristo es la luz que destruye las tinieblas del pecado y la muerte. Es una luz que no puede ser contenida. El Papa emérito Benedicto XVI escribió hace unos años que “Jesucristo es la explosión del amor de Dios que provoca que la gran luz blanca de su corazón brille sobre el mundo.”
Dijo también el Papa Benedicto XVI que “los santos se han convertido en las constelaciones de Cristo porque han hecho brillar la luz de Cristo en sus vidas.” Los santos son las estrellas de Dios. Nosotros también estamos llamados a ser santos que hacen brillar la luz de Cristo en las tinieblas del mundo. ¿Cómo podemos lograr esto?
Brillamos cada vez que damos testimonio a la alegría que viene de recibir la misericordia y redención de Cristo. Brillamos cuando tratamos a los demás con dignidad, respeto y justicia, reconociendo la presencia de Dios en todo ser humano. Brillamos cuando somos fieles guardando los mandamientos de Dios y fieles en la oración. Depende de nosotros que brille la luz de Cristo en nuestros hogares y lugares de trabajo. Cuanto más seguimos a Cristo, cuanto más lo buscamos, mejores portadores de su luz seremos.
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