Doble Sorpresa Papal

Doble Sorpresa Papal February 18, 2015

Hace dos años la cuaresma inició con una sorpresa histórica. Al iniciar el 11 de febrero de 2013, estaba yo escuchando la radio como siempre lo hago.  Las noticias esa mañana parecían tener poco sentido. Creí que había escuchado mal ya que estaba afeitándome.  Paré mi rutina para prestar mejor atención al radio. No podía creer lo que estaba oyendo, el Papa Benedicto XVI se había jubilado.

Inmediatamente recordé la última vez que un Papa se jubiló hace setecientos años. El Papa ermitaño Celestino V se jubiló bajo circunstancias dudosas a fines del siglo XIII. El cardenal que sugirió su jubilación y luego lo animó a jubilarse se convirtió en su sucesor, el problemático Bonifacio VIII, quien murió como prisionero del rey de Francia. El 28 de abril de 2009, durante su visita a la provincia italiana de Aquila, el Papa Benedicto XVI visitó la tumba de Celestino y dejó como obsequio de su palio papal. Muchos se han preguntado en retrospectiva si Benedicto ya estaba considerando jubilarse en aquel momento, por lo tanto, este inesperado gesto de dejar su palio en la tumba del papa jubilado. En su anuncio, Benedicto afirmó que se jubilaba porque “por edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.”

No mucho después de su jubilación, la iglesia nuevamente fue sorprendida con la elección de un Jesuita latinoamericano que tomó el nombre de Francisco. Al principio la prensa insistió en crear fricción entre estos dos hombres, olvidando que aunque Francisco era innovador, Benedicto había sido el verdadero innovador. Si no fuese por la decisión de Benedicto XVI de romper con siglos de tradición, Francisco no hubiese sido Papa en este momento de la historia.

Desde que surgió en la logia de la Basílica de San Pedro, el mundo entero ha sido cautivado por el Papa Francisco. El Padre John O’Malley, SJ, profesor de la Universidad de Georgetown, dijo recientemente que el programa del papado de Francisco puede resumirse con dos citaciones del Concilio Vaticano II. Cuando el Concilio fue inaugurado el 11 de octubre de 1962, el Papa San Juan XXIII proclamó que “la iglesia católica quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad.”  Una semana más tarde los obispos emitieron un Mensaje a la Humanidad declarando: “llevamos en nuestros corazones las dificultades, el sufrimiento físico y mental, dolores, anhelos y esperanzas de todos los pueblos que nos son confiados… Por lo tanto, que nuestra preocupación rápidamente se concentre ante todo en aquellos que son humildes, pobres y débiles. Como Cristo, debemos tener compasión por la multitud angustiada con hambre, miseria y falta de conocimiento. Queremos fijar una mirada constante en aquellos que todavía carecen de la ayuda oportuna para lograr una forma de vida digna de los seres humanos.”

Quizás el Papa Francisco no mencione el Concilio Vaticano II tan a menudo como sus predecesores, ni hable tan elocuentemente como ellos, pero a su manera informal y coloquial, irradia y practica las intenciones del Concilio Vaticano II. Francisco es un hombre que ofrece al mundo la esperanza de Cristo. Esta es una esperanza que disipa el temor y conduce a la acción concreta. Este hombre, lleno de una alegría y esperanza contagiosa, está inspirando a millones de católicos y no católicos por igual, haciéndole recordar al mundo que el mensaje del evangelio es relevante y aplicable en estos tiempos modernos.

Pictures are mine, all rights reserved.

Browse Our Archives