Mártires Modernos

Mártires Modernos March 7, 2015
Últimamente las noticias han traído a nuestros hogares imágenes de muerte y sufrimiento. El 15 de febrero fue televisado un video de Libia que muestra la decapitación de veintiún egipcios cristianos vestidos de anaranjado. Los asesinos llaman a los hombres “gente de la Cruz” y juran conquistar Roma. Se le oye decir a uno de los hombres cristianos antes de su decapitación, “Jesús, ayúdame”.
El martirio es la forma definitiva para dar testimonio de la fe. De hecho, la palabra mártir viene de la palabra griega martus que significa “testimonio”. Desde los primeros días del cristianismo, la iglesia ha considerado a los hombres y mujeres que mueren por su fe como perfectos imitadores de Cristo al haber perdido sus vidas a causa del evangelio. Después de los mártires, los confesores se reconocían con mucho estima, aquellos que habían sufrido persecución y tortura por la fe, pero no habían sido asesinados. Un ejemplo es Máximo el Confesor quien vivió en el siglo VII y perdió su lengua por no dejar de enseñar la fe.
La iglesia comprende que el martirio es una gracia recibida y que no todo cristiano tendrá la fuerza necesaria para soportarlo.  Por ejemplo, durante la persecución del emperador Decio en el año 249 después de Cristo, muchos cristianos a través del imperio romano murieron como mártires, pero un número considerable ofreció sacrificios a las deidades romanas con el fin de evitar la muerte. Una vez que la persecución terminó quienes habían negado que Cristo solicitaron reingreso a la iglesia y las autoridades eclesiásticas no sabían cómo proceder. Algunos sugirieron rebautizarlos puesto que habían rechazado a Cristo de manera tan definitiva, mientras que otros no querían que sean readmitidos.  Los confesores especialmente sentían que quienes habían negado a Cristo habían tomado el camino fácil durante la persecución ofreciendo sacrificios mientras que ellos habían perseverado en la fe. El obispo de Cartago en África, Cipriano, permitió que quienes habían ofrecido sacrificios a los dioses romanos podrían ser aceptados nuevamente en la iglesia como penitentes, pero no podrían ser readmitidos oficialmente en la iglesia hasta su lecho de muerte. Los sacerdotes que habían negado a Cristo no podrían retomar sus responsabilidades anteriores.
Santo Tomás de Aquino escribió que la virtud de la fortaleza permite que una persona se mantenga firme contra y soportar las dificultades de la vida permaneciendo firme en la búsqueda del bien.  La fortaleza es la virtud por el cual una persona puede superar debilidad, resistir la tentación y hacer un sacrificio para lograr el bien. Tener fortaleza no elimina el miedo, sino por el contrario, permite a la persona perseverar en hacer el bien a pesar del miedo que él o ella siente. Santo Tomás escribió que el martirio es el acto principal de la fortaleza, o la manera de ejercer más perfectamente esta virtud.  El martirio requiere mantenerse firme en la verdad y la justicia, y contra la persecución a pesar del temor por el mayor bien posible, Jesucristo.
Los veintiún cristianos martirizados en Libia junto con los miles de hombres y mujeres que mueren cada año en el mundo a causa de su fe son perfectos ejemplos de fortaleza para todo cristiano. Su testimonio anima a la Iglesia recordándonos a todos los fieles que vale la pena morir por el evangelio de Jesucristo. Los mártires se han mantenido firmes contra las mayores dificultades, han perdido sus vidas a pesar de sus temores y por la gracia de Dios han perseverado. 

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