Un encuentro con el poder de Cristo

Un encuentro con el poder de Cristo April 2, 2015

 

Estaba esperando parado en silencio al borde de la Plaza de San Lorenzo, ocasionalmente sentándome en la acera para dar un merecido descanso a mis piernas adoloridas. La noche estaba fresca.  Aunque estaba inquieto, sabía sin duda que la espera valdría la pena.  Con las piernas estiradas hacia la calle, tenía mi mirada fijada en las puertas cerradas de la iglesia pequeña al lado opuesto de la plaza. No esperaba solo. Miles se habían reunido para ver, aunque sea por unos segundos, al El Señor del Gran Poder, el patrón de Sevilla.

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Después de una gran celebración de Jueves Santo en la catedral, navegué por las callejuelas de Sevilla para esperar pacientemente a que inicie la procesión de madrugada. Nunca había visto la imagen del querido patrón de Sevilla y su nombre me intrigaba. Me lo imaginaba sentado triunfalmente en un trono con rayos de sol detrás de un imponente trono o quizás sentado con la mano derecha elevada dando la bendición y en la otra mano sosteniendo las escrituras como el tradicional pantocrátor griego.  Me parecía que El Señor del Gran Poder era un nombre apropiado para el rey de reyes y señor de señores, el creador de todo lo que existe.

De repente la espera llegó a su fin. Unos minutos después de la medianoche, en los primeros minutos del viernes santo, un sonido fuerte señaló que las puertas de la iglesia se abrían.  La gente inmediatamente entró en silencio, todos los ojos fijados en la puerta. Penitentes comenzaron a surgir desde dentro, caminando solemnemente. Capuchas negras ocultaban su identidad, sólo dos pequeños huecos mostraban sus ojos. Cada penitente reverentemente llevaba una vela alta naranja. Al rato me encontré un poco aburrido de ver tantos penitentes.  ¿Cuándo aparecería el Señor del Gran Poder?

Mirando desde el lado opuesto de la plaza, en eso vi el suave brillo de oro y plata, reflejando la luz de las lámparas en el paso y de las pocas luces de la iglesia. Cristo surgió triunfante y poderoso de la iglesia que lleva su nombre, el Señor del Gran Poder. Me quedé impactado. Había estado muy equivocado. El poder de Cristo no se encuentra en tronos elevados o en una representación del pantocrátor. El poder de Jesucristo se encuentra en la cruz.  Esta imagen del siglo XVII de Cristo en todo su poder tenía al Señor cargando la Cruz, la fuente de su poder.

El Señor del Gran Poder cargó la cruz triunfalmente de la iglesia a la Plaza de San Lorenzo mientras decenas de hombres debajo del paso constantemente lo llevaban hacia la catedral. Al alcanzar la imagen el lado opuesto de la plaza donde estaba yo parado, el capitán de los cargadores ordenó que la imagen se baje pegándole al paso con un martillo. Una mujer salió a un balcón cerca de mí y el silencio fue interrumpido por una melodía emotiva e inquietante, una saeta para El Señor del Gran Poder. La riqueza del sonido llenó mis oídos. Se me hacía difícil escuchar la saeta ya que lágrimas corrían de mis ojos, mis sentidos sobrecargados por este momento solemne y hermoso.

Desafortunadamente terminó la saeta, el paso se elevó y continuó su camino hacia la catedral para venerar a Jesucristo verdaderamente presente en el altar de reposo. Siete horas más tarde, la imagen volvería a la misma plaza y a la iglesia. El encuentro en San Lorenzo me permitió experimentar el misterio pascual al contemplar la cruz de Cristo, y al mismo tiempo, encontrar en ella fuerza y nueva vida que solo la resurrección otorga.

Escrito para The Southern Cross
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