Muerte del arzobispo

Muerte del arzobispo June 11, 2015
En 1977, San Salvador dio la bienvenida a un nuevo arzobispo, Oscar Arnulfo Romero. Tres años más tarde, el arzobispo fue asesinado por una bala disparada desde el asiento trasero de un automóvil estacionado fuera de la capilla donde estaba celebrando la Misa.  Habiendo recibido numerosas amenazas de muerte, Monseñor Romero ya no permitía junto a él en el altar a otros sacerdotes o monaguillos, pues no quería que la bala dirigida a él mate equivocadamente a otro.
Capilla donde Monseñor Romero fue asesinado mientras celebraba Misa

 

Durante los tiempos de Monseñor Romero, participantes de un estudio bíblico eran considerados subversivos ya que los catequistas enseñaban a los campesinos a leer y escribir. Cualquier crítica del gobierno le obtenía a uno la muerte.  Luchando contra las guerrillas presentes en El Salvador, el gobierno mató a más de 70.000 civiles inocentes, incluyendo cientos de sacerdotes, religiosas (incluyendo cuatro mujeres americanas, tres de ellas monjas) y miles de catequistas. El asesinato de su amigo, el Padre Rutilio Grande, marcó un despertar en Monseñor Romero.  La falta de investigación después del asesinato del Padre Grande causó que Monseñor Romero denuncie las injusticias cometidas por los gobernantes del país. Su deseo de defender la igualdad de todos ante Dios sin importar estatus social no fue apreciado por los poderosos.
Tumba de Monseñor Romero en la catedral de San Salvador

 

El día antes de su martirio por odio de la fe, Monseñor Romero hizo una súplica emocional a los hombres del ejército, Guardia Nacional, la policía y los cuarteles.  En su homilía desde la catedral les dijo,  “matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar.”  Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… Ya es tiempo de que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.  La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día mas tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.  La reacción fue aplausos.
Con estas palabras Romero se había pasado del límite. Para el gobierno, Romero llamaba a la insubordinación. Para Romero, él proclamaba el evangelio.  Así como Jesucristo no tenía intención de hacer política pero fue ejecutado con el cargo político de “rey de los judíos”,  Monseñor Romero, quien no tenía la intención de hacer política, fue acusado de entrar en la política mientras que él simplemente proclamaba el evangelio.
Los enemigos de Monseñor lo acusaban de seguir la teología de la liberación, sin embargo, Romero predicó la liberación que gozan los hijos de Dios, “una liberación que tiene, por encima de todo, el respeto a la dignidad de la persona, la salvación del bien común del pueblo y la trascendencia que mira ante todo a Dios y sólo de Dios deriva su esperanza y su fuerza.”  Beatificado este último 23 de mayo en San Salvador, Romero ciertamente murió como mártir. Fue asesinado por católicos mismos que no quisieron ser desafiados por el evangelio y prefirieron callarlo. Pueden haberlo callado, pero su voz profética ha perseverado y el Beato Romero, en palabras de San Juan Pablo II, ahora “es de la iglesia”.

Escrito para The Southern Cross

La camisa que Romero llevaba puesta fue presentada como reliquia durante la beatificación
Halo que apareció al rededor del sol durante la beatificación

 

Aproximadamente 500,000 asistieron la Misa de beatificación
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