Sanador de heridas

Sanador de heridas September 14, 2015

Cuando estamos enfermos, no tiene sentido esperar a sanarnos para recién ir al médico.  De lo contrario, uno va al médico para que el medico lo sane, no importa que tan enfermo uno esté.  El médico no te juzga por estar enfermo, más bien su labor es estar presente con los enfermos para sanarlos.

De esta misma manera nos acercamos Jesús, enfermos, necesitados de su ayuda y confiando que Él nos puede sanar.  Como ha dicho ya varias veces el Papa Francisco, “la iglesia es un hospital de campaña y hay que curar muchas heridas.”  Venimos al encuentro de Jesús no porque seamos perfectos, pero más bien porque somos pecadores.  Toda Misa inicia con el reconocimiento de nuestros pecados, así que nadie puede acercarse a Dios sin hacer conciencia de su necesidad del perdón.

Si prestamos atención al ministerio público de Jesús, nos damos cuenta que al predicar el evangelio Jesús sanaba a los enfermos, aliviaba a los marginados e ignorados de la sociedad y perdonaba a los pecadores.  Jesús siempre se acercaba a los enfermos, a los pobres y a los débiles.   ¿Cómo así?  Porque ellos necesitaban más a Jesús, así como los enfermos necesitan más al médico.

Es difícil comprender como Dios ha querido asumir una naturaleza humana como la nuestra, pero más difícil aun es comprender que Jesús vivió en una parte marginal del mundo antiguo y se asoció con los más olvidados y despreciados: con los ciegos, los sordos, los pobres, enfermos, marginados, y pecadores.

Dios escogió a la joven María, una pobre y humilde mujer, para ser madre de su hijo.  Jesús escogió a pescadores con poca educación para ser sus discípulos.  Una de sus más fieles seguidoras fue María Magdalena, una gran pecadora arrepentida.  San  Mateo fue recaudador de impuestos, considerado por esto un traidor de su pueblo.  Jesús no vino llamando a los justos, si no a los pecadores.  Jesús no vino buscando a los sanos, si no a los enfermos.

Imagínense como se habrán sentido aquellos sanados por Jesús.  Consideren al hombre sordo del evangelio de San Marcos quien toda su vida no podía oír y tenía también un impedimento para hablar.  Después de su encuentro con Jesús, a este hombre le cambió la vida y por el resto de sus días seguro alabó y dio gracias a Dios por su sanación.  Este hombre no solo fue sanado físicamente, pero también espiritualmente.  Se convirtió en un testigo de que Dios está cerca de los pobres y marginados, los enfermos y olvidados de la sociedad.

Todos somos pobres y débiles ante Dios.  Jesús, como el medico divino, nos da la medicina que necesitamos para ser reconciliados con Dios y con nuestros hermanos.  Jesús quiere brindarnos el perdón de nuestros pecados para levantar las cargas que llevamos.  Debemos reconocernos necesitados y a la vez seguir el ejemplo del Papa Francisco de ir a la periferia, al encuentro de la necesidad de otros.

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